0065_Agustín Acosta. Quinto. 30
Agustín Acosta 30º
V
El sacerdote consternado dijo:
-Muere en la paz de Dios quien fue su siervo.
Y le puso en el pecho un crucifijo
como a Darío y como a Amado Nervo.
¡Gimió en la estancia de damasco y seda,
al glisamiento de la sombra vaga,
la desesperación de quien se queda
diciendo adiós a un barco que naufraga...!
La plegaria se alzó sobre el sahumerio.
Un hálito de gracia y de misterio
como un éter de amor nos envolvía...
¡Y en tanto el sol por el balcón entraba,
el blanco busto de Rubén soñaba
y el retrato de Eulalia se reía!..
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